Deja de decirme que no queme los puentes. Algunos puentes ...
- sylviahatzl

- 21 dic 2021
- 4 Min. de lectura
... están destinados a ser quemados; algunos caminos no están destinados a ser recorridos nunca más. – Steve Maraboli

Me quedé más tiempo con el festival “Boda de Landshut”, encontré un grupo de músicos y bailarines que se dedicaban a la música y las danzas de la gente común de la época. También fuimos a algunos festivales medievales en Francia e Italia. Este grupo se convirtió en una familia para mí hasta que conocí a unos jóvenes que estaban metidos en el tarot y cosas similares. Este pequeño grupo se había reunido en torno a un joven que, mirando hacia atrás hoy, sólo puedo describir como altamente tóxico. Era un narcisista sacado de un libro y sólo sentía desprecio y burla por mí, a quien describía, en el mejor de los casos, como un "alhelí". Como no iba vestida a la moda como las demás chicas y jóvenes y no llevaba maquillaje, no sólo no me consideró una mujer, sino que me lo dijo a la cara. Jugaba a su juego con las otras tres chicas de nuestro pequeño grupo, que yo veía a través y un día también lo dije en voz alta. Al hacerlo, incurrí en su ira y su odio, que sin embargo ahora ya no veía, porque siempre estaba tranquilo y sonriente. Sin embargo, por culpa de él y de su grupito, rompí con mi grupo de la “Boda de Landshut” y con el festival como tal.
La madre de una de las chicas me apreciaba mucho. Y sólo hoy, justo en estos días, me doy cuenta de que ella fue la primera manifestación de un patrón que se haría cada vez más evidente más adelante en mi vida: mujeres adultas y a veces mayores que, al parecer, se confundieron, por decirlo así, sobre ciertas cuestiones de la vida a través de su encuentro conmigo.
O, para decirlo claramente: esta mujer adulta casi me sedujo para hacer cosas que no había pensado ni remotamente en ese momento, desde que había visto el beso entre dos mujeres en el cine.
Por esa misma época, me sentía muy insatisfecho con mis estudios. Como siempre teníamos también prácticas, y ahora teníamos que ir a diferentes instituciones sociales para conocerlas todas, obtuve una visión de las instituciones y de todo el sistema que me perturbó profundamente. El momento decisivo fue durante unas prácticas en una residencia de ancianos.
Era una casa muy sencilla, un antiguo hospital reconvertido. En consecuencia, las damas y los caballeros vivían en habitaciones que antes habían sido habitaciones de enfermos. Recuerdo bien a la señora y al caballero que visitaba regularmente.
La señora era muy infeliz. La habían trasladado de una casa real a esta pequeña habitación y ya no tenía ninguna independencia ni poder de decisión sobre su vida. Esto se debe en parte a que realmente no podía seguir viviendo sola, y lo sabía. Lo que no le facilitó las cosas…
El señor era más frugal. Tal vez los hombres sean así en general… mientras haya comida y una cama caliente, ya sea una esposa que lo cuide o una enfermera… Hablaba mucho de su vida y de que el personal de la residencia de ancianos no era de fiar, que no sólo no trataban bien a los residentes, sino que intentaban sacarles el dinero… Como siempre estaba mentalmente en un estado sano y normal, no desestimé sin más lo que decía, pero tampoco sabía qué se podía hacer al respecto.
Al final de la semana hubo una especie de reunión general, y una especialmente para nosotros, los becarios. Y la directora nos preguntó sin rodeos lo que nos habían dicho nuestros "pacientes"…
Eso fue como una bofetada en la cara para mí. No sólo se hablaba de “los pacientes”, sino que se nos pedía seriamente que transmitiéramos las conversaciones que teníamos con ellos. Me pareció tan malo e insoportable que se nos pidiera romper la confianza de otras personas que dejé de ir a la semana siguiente. Y tampoco fui a las conferencias entonces. Estaba a punto de obtener mi diploma intermedio…
… pero durante algún tiempo había tenido otros sueños. Había empezado a entusiasmarme con Japón. ¡Y tenía muchas ganas de ir allí! No es que tuviera planes a largo plazo o incluso precisos; simplemente quería ir allí.
Luego vino la ruptura con mis nuevos "amigos", concretamente a través de dicho joven, que no tuvo reparos en elegir sus palabras, cuando él y una de las chicas, que era su novia en ese momento, eran tres conmigo en La Gomera.
Sin embargo, tras el primer momento de conmoción, sólo sentí alivio. Ahora podía planificar y disfrutar de la última semana a mi antojo, y lo primero que hice fue cambiar el vuelo de vuelta: cogí otro vuelo, y no de vuelta a Múnich, sino a Sevilla, en España, para volver en tren desde allí. Esos últimos días sola en La Gomera, y luego la semana en tren por España y Francia de vuelta a Alemania, siguen siendo una de las mejores y más bellas experiencias de mi vida. España me pareció estupenda, pero ya soñaba con Japón…
Como había abandonado los estudios, a mi regreso busqué trabajos de vacaciones y temporales. Encontré un trabajo en la fábrica de chocolate Brandt. Trabajé allí durante casi dos meses, apartando hasta el último centavo. En noviembre hice el “Hoffman Quadrinity Process”, de una semana de duración, el primer programa de este tipo para mí. Es un programa o curso que trabaja con un concepto espiritual-psicológico del ser humano y ofrece algunos momentos muy catárticos. No es una psicoterapia y no pretende sustituir a la psicoterapia, pero el concepto de libertad y curación de las estructuras familiares me atrajo inmediatamente. Sobre todo la libertad y la independencia. No se trataba de unirse a nadie ni a nada.
Todo fue sobre uno mismo.
Y dos semanas después me subí al avión rumbo a Japón.
Me quedé allí once años.



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