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Disminuye la cantidad de pensamientos innecesarios y deja más espacio ...

  • Foto del escritor: sylviahatzl
    sylviahatzl
  • 8 nov 2021
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 14 dic 2021

... para que la energía del amor fluya dentro de ti. – Amma


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En retrospectiva, por supuesto, ahora me doy cuenta de que en esas situaciones no sólo tenía que lidiar con lo que se denomina sobrecarga sensorial (en mi caso, todo lo que me toca y conmueve profundamente, tanto sensorial como emocionalmente, y por lo tanto me abrumaba inicialmente), sino que también tenía las llamadas “crisis autistas”, “colapso autista” y “cierre autista”. Cuántas veces tenía rabietas totalmente no provocadas y lanzaba un juguete contra la pared o gritaba… y con la misma frecuencia, en situaciones en las que había varias personas juntas, o bien me levantaba directamente al cabo de un rato y me iba a algún sitio donde estuviera sola o, si no era posible, me retraía mentalmente: “La niña es soñadora y despistada”. 


En aquella época, faltaban conocimientos generales básicos y comprensión y también voluntad, y no sólo para temas como el autismo y otros similares, sino en general para saber cómo son los niños, cómo es la psique humana y cómo se desarrolla. Estas cosas sólo entraron muy, muy lentamente en la conversación pública en la provincia de la Baja Baviera a partir de finales de los años 80. Empezaron a aparecer revistas femeninas que hablaban un poco de psicología, e incluso las chicas jóvenes nos burlábamos de ello. E incluso sin ninguna “etiqueta”, ser diferente estaba mal visto y era básicamente algo negativo y rechazable, y algo que había que sacar de un niño. Ningún niño debería pensar en sí mismo como “algo mejor”, ningún niño debe ser favorecido, y pensamientos similares. Este pensamiento tiene mucho que ver con la sociedad como tal, no sólo con la sociedad de posguerra y posnazi, sino con el ideal de igualdad social: no hay personas mejores o más elevadas, ni peores e (más) inútiles tampoco…


Pero yo era diferente, siempre lo he sido. Yo misma lo he sabido siempre, desde que tengo uso de razón, y toda mi familia, profesores, compañeras de clase… más tarde amigos, compañeros de estudios y de trabajo… todo el mundo, incluso en el extranjero. Hasta el día de hoy, mi familia sigue hablando de mí así: “Sí, y luego Sylvia… bueno, ¡ella es diferente!…” Hace poco mi hermana y yo nos reímos de esto cuando hablamos de estas cosas en una llamada en línea antes de mi visita. También dijo algo muy acertado cuando mencioné que a pesar de todo nunca se me había ocurrido, nunca sentí que tuviera la libertad de dejarme llevar por completo e incluso una vez simplemente tirarme al suelo gritando y quizás golpear mi cabeza contra la pared… En retrospectiva, creo que de hecho tenía miedo de algo así – todavía hoy tengo miedo de que pueda perder el control de repente y chocar contra la pared gritando, o romper cosas en una tienda… o que esto pueda suceder puramente por accidente porque se me pasa algo por alto, o paso por alto algo en una situación con otras personas…


“Tal vez deberías haber hecho eso una vez”, dijo mi hermana, “entonces podría haber sido más claro para los adultos. Pero al final siempre te mantuviste dentro de los límites, por muy estrechos que fueran, y nunca los sobrepasaste del todo.”


Por autoprotección, creo. Utilicé la alta inteligencia que todos los profesores, desde la escuela primaria, me atestiguaban una y otra vez para compensar algo de lo que carecía y, por supuesto, sigo careciendo, a saber, esta comunicación “correcta”, y el hecho de que necesito bastante más tiempo para procesar las impresiones emocionales y sensoriales. Aunque la primera infancia seguía siendo un gran desafío para mi entorno y para mí misma, de mayor empecé a encerrarme en mí misma, a leer mucho y a refugiarme en las ensoñaciones. La niña que llegaba a casa después de la escuela e inmediatamente corría a los prados y campos se convirtió en una teleadicta después de que nos mudáramos a la ciudad, que sólo tenía la nariz metida en los libros y quería tener la menor relación posible con el mundo y la gente.


El hecho de que la situación en mi casa con mi padre alcohólico, lo cual es por naturaleza un entorno traumático para un niño, cualquier niño, fue empeorando con los años, se suma al problema. No sabía y nunca aprendí a lidiar con mis propios sentimientos y experiencias (emocionales), y como todo el mundo intentaba escapar a mi cabeza.


Pero este es un camino equivocado que no tiene buenas consecuencias y que tarde o temprano rompe a todos, de cualquier manera.

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