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El mayor abrazo de amor que jamás harás es abrazarte a ti mismo por completo.

  • Foto del escritor: sylviahatzl
    sylviahatzl
  • 8 ene 2023
  • 5 Min. de lectura

Entonces te darás cuenta de que acabas de abrazar el universo entero, y todo y a todos los que hay en él. – Adyashanti



Hace algún tiempo vi "Sacred Economics", una pequeña película de y sobre Charles Eisenreich y sus tesis.

No es la primera persona que dice esta verdad sobre nuestro sistema monetario, todo nuestro sistema social, pero por alguna razón este vídeo me conmovió más que otras cosas que había visto antes sobre el tema.


Quizá porque el propio Charles Eisenreich habla y deja actuar su personalidad. Quizá porque habla de cosas que podemos encontrar en todas las enseñanzas espirituales de Oriente a Occidente y viceversa (sí, incluso en la antigua Europa y Egipto), a saber, que la idea de ser separado no es más que una especie de "trastorno perceptivo": creemos que estamos separados unos de otros, y de la naturaleza, y por tanto, lógicamente, de la vida. Creemos que la vida nos es hostil, está contra nosotros, y que por tanto es una lucha, todos contra todos y contra todo. Una lucha por sobrevivir.


Sin embargo, este es el error de pensamiento aún mayor que la mayoría de la humanidad ha estado cometiendo desde la revolución agraria: que la naturaleza, el planeta y la vida misma están en nuestra contra, son "hostiles".


A los que creen que el ser humano necesita pastillas e inyecciones intravenosas para vivir y sobrevivir y que "eso con hierbas y tal" es pura patraña, me gustaría empezar recordándoles esto: no coma setas, bayas de serbal ni otras plantas venenosas. Esto podría tener consecuencias fatales.


De hecho, la mayoría de los medicamentos siguen ser basados en fórmulas naturales, separadas (¡!) químicamente, modificadas y convertidas en medicamentos modernos. El ordenador en el que estamos trabajando también está hecho de materiales que se pueden encontrar en la Tierra, es decir, en la naturaleza. Y las frecuencias que utilizamos, electricidad, radio y wifi, también forman parte natural de la atmósfera.


Si una persona moderna comete ahora el error de comerse un seta por ignorancia, puede morir.


¿Qué ocurre entonces? Entonces su cuerpo yace en el bosque… y se descompone. Algunos animales lo desmenuzarán para obtener su carne, otros se encargarán de las sobras y, por último, las bacterias lo descompondrán. Y al cabo de unos años puede que aún encuentres algunos huesos, y tal vez los aparatos ortopédicos o las gafas de sol de plástico.


El resto del cuerpo humano queda completamente absorbido por el suelo del bosque. Ahora crecen arbustos... hierbas... flores... bayas... quizá algunos árboles... ¿un manzano quizás? Los animales saltan y se alimentan de lo que encuentran. Lobos... osos... ciervos... ardillas...

Hace poco participé en una ceremonia chamánica aquí en México. En este ritual, todas las cosas que usábamos se llamaban abuela o abuelo. Abuelo fuego... abuela piedra... abuelo humo... abuela planta....


Si uno recuerda el escenario anterior del cadáver en descomposición, creo que comprende la profunda sabiduría no sólo metafísica sino física tangible que se esconde tras esta forma de reverencia ceremonial-espiritual.

Así que el ser humano es parte de la naturaleza, ¿no? Con cada célula y cada hueso – que también se descompone y perece si no se conserva durante mucho tiempo debido a procesos químicos en una tumba y luego es encontrado accidentalmente al cabo de 2000 o 3000 años por niños jugando, por ejemplo.

Así que el hombre forma parte de la naturaleza con su polaridad de noche y día... flujo y reflujo... el nacimiento y la muerte, el devenir y el deceso, tanto como las flores brotan en primavera, vuelven a marchitarse en otoño, e incluso en las regiones sin cuatro estaciones existe este florecer y desvanecerse, todo tiene su estación y su descanso. E incluso los tonos intermedios, como el amanecer por la mañana y el atardecer por la noche, siempre pueden asignarse a uno u otro y son efectivamente uno u otro.


Sin embargo, a diferencia de nuestros congéneres del planeta Tierra, el ser humano es la única especie que (desde la revolución agrícola tras el final de la última glaciación, hace unos 12.000 años) tiene que pagar por su ser y su vida. Ni siquiera la muerte es gratis, en Baviera el método más barato de sepultura (incineración anónima) costaba unos 3000 euros en 2010.

Ahora bien, el dinero es algo que la gente inventó después de hacerse a la idea de que somos separados, de que la vida es una lucha, cada uno individualmente por sí mismo y contra todos los demás. Esta percepción de la vida y del mundo conduce naturalmente al miedo, miedo al competidor y a la vida misma, así como desconfianza y celos, y así, lógicamente, el impulso de querer controlarlo todo, y sobre todo a los demás, se hace cada vez más fuerte.


En algún momento, esta mentalidad, este modo de pensar, fue el estado normal en las culturas que dominaron el mundo actual y a lo largo de la historia conocida, y se consideró natural o dado por “Dios”.


Pero si miramos hacia otro lado, a veces descubrimos, incluso hoy en día, que no todos los seres humanos y sus culturas cayeron en esta idea. La mayoría de estas culturas ya no existen. Pero aún quedan algunos, y en las cuentas de los ancianos incluso algunos más, y merece la pena examinarlos más de cerca. Charles Eisenreich se refiere a estas culturas en el vídeo como "Economías del Regalo".

Ya escribí algo sobre este tema en mi anterior artículo. La naturaleza no sólo no comete errores, sino que tampoco exige un pago. Cuando caminamos por el bosque o por el prado y de repente nos encontramos ante un arbusto de bayas o un árbol frutal, sólo tenemos que estirarnos, y quizá ni siquiera eso, para recibir lo que hay allí.

Simplemente está ahí. Lo mismo ocurre con el arroyo, el aire y la luz del sol. Simplemente está. No trabajamos para ello, no nos esforzamos en la escuela y no pagamos ni un céntimo por ello.

Simplemente está ahí. Y cuanto mejor conozcas la naturaleza, más reconocerás que no sólo hay bayas y manzanas, y mejor podrás mantenerte a ti mismo.

Una imagen preciosa, ¿verdad? ¿Qué haríamos si de repente nos encontráramos en un lugar así? Probablemente, tarde o temprano empezaríamos a conocer mejor nuestro entorno. Qué es comestible y qué no, qué hormigas son inofensivas y cuáles queman, y, y, un sinfín de cosas que aprenderíamos con el tiempo. Estaríamos atentos y prestaríamos atención y pasaríamos el día con cierta atención y alerta. Y aprendíamos a devolver para que la temporada siguiente volviéramos a tener manzanas, por ejemplo. Con las manzanas es fácil, basta con tirar el resto de la manzana con sus semillas al prado y ver si la próxima primavera brota un nuevo arbolito. De hecho, siempre me animaron a hacerlo de niña, por esta misma razón.


Durante miles de años, nuestros antepasados vivieron exactamente así. Y algunas personas y enteras culturas siguen viviendo así hoy en día, y otras personas "abandonan" y vuelven a ese estilo de vida.

Sin embargo, puede que eso no sea necesario. Lo que se necesita es un “abandono mental", es decir, hacia dentro, y concretamente un abandono de la idea de estar separado y sobre todo: ser rechazado, porque eso es lo que significa la idea de "naturaleza hostil". Tenemos que cambiar nuestra forma de ver y de pensar, nuestra actitud hacia todo, la naturaleza, la vida, nosotros mismos, sí, todo el cosmos. Los cambios en el exterior entonces se producen por sí solos.

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