Eres el dueño de todo el universo. Tira tu cuenco de mendicidad ...
- sylviahatzl
- 1 sept 2022
- 4 Min. de lectura
... y busca el tesoro que se esconde en tu interior. — Amma

Últimamente he estado muy preocupada por los temas de los celos, la envidia y el resentimiento... y las heridas que me han causado.
Hace poco encontré el siguiente texto:
La Envidia
El envidioso es un insatisfecho que, con frecuencia, no sabe que lo es.
Por ello siente secretamente mucho rencor contra las personas que poseen algo (belleza, dinero, sexo, éxito, poder, libertad, amor, personalidad, experiencia, felicidad…) que él también desea pero no puede o no quiere desarrollar.
Así, en vez de aceptar sus carencias o realizar sus deseos, el envidioso simplemente odia y desearía “destruir” a toda persona que, como un espejo, le recuerda de su privación.
La envidia es, de este modo, la rabia vengadora de quien, en vez de luchar por sus anhelos, prefiere eliminar la competencia.
Por eso la envida es una defensa típica de las personas más débiles en cualquier sentido.
Y como las ratas sucias que son hacen todo en las sombras y a escondidas.
Porque los envidiosos también son cobardes.
Hay que cuidarse de las personas envidiosas, ellas no quieren lo que tu tienes. Solo quieren que tú no lo tengas.
(El texto original se encuentra aquí: https://www.elespanol.com/blog_del_suscriptor/opinion/20180504/envidia/304789522_7.html)
Esta definición da en el clavo. En los dos últimos episodios de la serie sobre la abogada Woo también se retoma este tema, esta vez se trata de un superior que visiblemente tiene una envidia ardiente y un odio feroz hacia ella por ello. Le gusta gritarle y pegarle por cualquier motivo, incluso delante de los clientes y de la directora de la empresa.
Esto provocó mucho en mí. ¿Cuántas veces en mi vida he tenido que experimentar algo así? El profesor de latín del liceo no fue el primero… ni el último, ni mucho menos.
Pero esta vez la pregunta me obligó a hacerlo: En nombre de Dios, ¿qué vieron y/o percibieron estas personas en mí?
Mi terapeuta habla de ello todo el tiempo. Siempre. Hace poco me dijo con una sonrisa que seguiría diciéndome (lo brillante que era) hasta que me lo creyera.
Otros también lo ven. La abuela Rosa lo vio. Mis profesores de arte, un profesor de religión, una y otra vez gente que tenía buenas intenciones conmigo…
Menos yo.
Y como no lo veo, por supuesto que los enemigos y envidiosos tienen un juego fácil.
Sé que no soy una mala persona, sé que soy inteligente y que tengo carácter e integridad. Estas son cualidades que tienen el más alto valor para mí, por lo que me he esforzado toda mi vida en desarrollarlas.
Y bueno, tengo talento para algunas cosas. Pero hay otros que también tienen eso y/o son diez veces mejores.
Y bueno, he podido ver y experimentar un poco en mi vida. Pero hay otras personas que también lo han podido.
Más de una vez en mi vida me han dicho que (ya no) esconda mi luz bajo un celemín, y/o que nunca pierda ese brillo…
Mi terapeuta habla de carisma, y tampoco es la primera en hacerlo.
Pero yo no lo veo.
No lo veo... ¿o no quiero verlo?
Ya de pequeña me gustaba mucho la saga de El Señor de los Anillos; e incluso entonces me identificaba más con el personaje de Aragorn: el hijo de reyes que vaga por la tierra como un vagabundo solitario porque no conoce su herencia al principio…
… y luego no se atreve a aceptar.
Me resulta difícil escribir estas líneas. Hay una vocecita en mi cabeza que me dice cosas como: "¿Qué tan arrogante y prepotente eres? ¡No puedes escribir algo así sobre ti misma y luego publicarlo! La gente te encontrará engreído y te rechazará.”
Ah!... Aquí tenemos el nombre del demonio: ¡miedo al rechazo!
¡Y para cuántas personas, especialmente mujeres y niñas, esto es cierto! Por puro miedo al rechazo, nos agachamos y escondemos nuestra luz bajo un celemín, para que nadie se quede ciego. Especialmente los contemporáneos masculinos.
Amma también habla de la necesidad de que las mujeres se reconozcan a sí mismas y salgan de las sombras.
¿Quizás alguien todavía se acuerda de Natascha Kampusch? La víctima que se negó a jugar el papel de víctima - y por lo tanto muchos no creyeron su historia.
Hay una delgada línea entre el papel de víctima y reconocer que uno es o fue una víctima. Esta última es necesaria para tratar y curar las heridas.
Lo primero... es (¡también!) esconder la propia luz bajo un celemín. Aquí entramos en el terreno de la autocrítica constante. La autojustificación.
Y la envidia. Aunque sea de forma leve y/o poco clara.
Son emociones que todo el mundo conoce y que pueden conducir rápidamente y sin que uno se dé cuenta a una actitud envidiosa y rencorosa ante la vida y, por tanto, al narcisismo y al supremacismo. También se confunde a menudo con la modestia y la humildad, y se encuentra en muchas formas y en todas las culturas modernas (y pasadas), y todos los -ismos y -fobias que existen en el mundo tienen su origen en ella.
Pero, ¿qué ocurre cuando dejamos que nuestra luz brille? ¿Cuándo tenemos el valor de salir de las sombras y mostrarnos en todo nuestro esplendor?
Nos volvemos vulnerables.
¿Es vulnerable lo mismo que atacable?
Yo sostengo: no. Es lo contrario. Sólo los que tienen algo que ocultar son atacables. Aquel que ya no esconde nada, que se muestra en su perfección imperfecta, es decir, en su vulnerabilidad, ya no es atacable.
Y en el momento en que nos quedamos a nuestro lado, en toda nuestra gloria, ya no hay que huir ni esconderse, ni abdicar de la responsabilidad. Nadie más es responsable de nuestras vidas, y de nosotros. Y con eso, estaríamos completamente ocupados y no tendríamos tiempo para tener envidia de los demás, y mucho menos para urdir planes de mala gana para perjudicar de alguna manera a esa o a una otra persona.
Creo que muy poca gente se atreve a hacer eso y a vivir así.
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