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La clave para dejar ir es la práctica.

  • Foto del escritor: sylviahatzl
    sylviahatzl
  • 11 jun 2022
  • 4 Min. de lectura

Cada vez que soltamos, nos desligamos de nuestras expectativas y empezamos a experimentar las cosas tal y como son. – Sharon Salzberg


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En retrospectiva, me doy cuenta de que esos años entre 2005/2007 y 2010 fueron una primera experiencia demasiado clara de la total falta de fiabilidad de la gente: la gente no quiere decir lo que dice en la mitad de los casos - hoy en día afirmo que en el 10% de todos los casos/situaciones como mucho. Se pasa todo el día y toda la noche hablando y charlando, juzgando una cosa y condenando otra, todo el mundo cree que tiene que opinar sobre todo y sobre todos, sin tener siquiera un conocimiento rudimentario del tema, y ¡oh, eso de tener una opinión! ¡Dios no lo quiera, no tienes una! Te miran con miradas que expresan descaradamente la pregunta: "Pues, ¿eres estúpido o qué? ¿Vives detrás de la luna o qué?" Ser adulto significa tener una opinión sobre las cosas. Sólo los niños ingenuos no tienen eso, una opinión propia.


La gente considera sagradas sus propias opiniones, pero curiosamente, la mayoría ni siquiera empieza a entender que, de hecho, están repitiendo como loros las opiniones de otros, sin tener en cuenta que no sólo desde la existencia de las redes sociales hay personas y entidades llamadas "creadoras de opinión". Por no hablar de la existencia de la "opinión pública".


Ya cuando era joven, me parecía sorprendente que la gente se mintiera a sí misma y se engañara tanto…


Sin embargo, cuanto más mayor me hacía, más miradas de desaprobación recibía cuando expresaba abiertamente mis pensamientos de este tipo.


A los niños se les perdona que nombren las cosas como son; hay un proverbio en alemán que dice así: "La boca de los niños dice la verdad". Y todos los padres de niños pequeños saben que las maestras del jardín de infancia saben todo lo que pasa en casa.


Ahora empiezo a llegar de nuevo a una edad en la que puedo decir despiadadamente en público y con toda franqueza lo que pienso, observo y percibo, cuanto más blanco se me pone el pelo y más arrugas me salen alrededor de los ojos y la boca. Pero me tiño el pelo.


La gente dice tanto... y no lo dice en serio. Y como no lo dicen en serio, porque ni siquiera son conscientes de lo que dicen, lo olvidan enseguida. Así se conducen matrimonios y amistades enteras, como empiezo a comprender aquí y ahora, al menos a medias.


Bueno, entender no es la palabra adecuada... es más bien ver y tener un efecto "aha"... porque no lo entiendo en ese sentido.


Qué pérdida de tiempo y energía, me pregunto mucho más, todas estas relaciones e interacciones a medio cocinar? Cuando asistí a todos estos eventos de networking en aquellos últimos años en Múnich, no era consciente de todo esto. Tomé la palabra a la gente y caí de una decepción a otra, a veces con más fuerza, a veces con menos. Tal vez dos o tres personas cristalizaron como los que dijeron lo que querían decir, por lo que podía confiar en ellos. Todo lo demás es casi siempre aire caliente y mucho ruido y pocas nueces.


A pesar de un año y medio de terapia, estaba deprimida y sola. Me sentía muy sola. Busqué la distracción fuera, ya sea a través de los niños en mi vida, o excurciones en bicicleta de montaña a las montañas, o dichos eventos de networking…


Pero no hubo nada concreto a nivel profesional. Ni en mi vida privada. Y cuanto más deprimida y sola me encontraba, más fácil era ser presa de un cierto tipo de cazador narcisista, que no sólo existe en forma masculina.


Nuestras emociones son todo menos inútiles, y no son incontrolables. Están estrechamente relacionados con los procesos neuronales, y es importante entenderlos, porque tenemos una influencia sobre ellos. Sólo cinco minutos de jardinería meditativa pueden cambiar las conexiones neuronales del cerebro. Y esto cambia nuestra actitud hacia nosotros mismos y hacia la vida, y por tanto nuestras emociones, porque las emociones no surgen de la nada. Las emociones no son lo mismo que los sentimientos, y son una parte importante de todo nuestro ser, son señales y canales de conexión con nuestro ser más profundo.


Todo esto lo leí por primera vez en un libro de Deepak Chopra, en el verano de 2010, después de que tres prometedores prospectos de negocios independientes se desprendieran de mí en tres semanas. Este fue el momento en el que, una vez más, me paré delante de un destrozo y sacudí la cabeza preguntándome cómo podía ser esto.


Empecé a mirar de nuevo los anuncios de empleo y a escribir solicitudes, pero no salió nada, nada en absoluto. A finales del verano de 2010, estaba al límite, tanto económica como psicológicamente.


Un día, mientras compraba, cayó en mis manos un libro en el que el médico indio Deepak Chopra explica las antiguas escrituras védicas de la India de forma científica. Sopesé si tenía esos diez euros... tal vez si consumía un poco menos de leche y mantequilla y, por tanto, podía ahorrar en esos suministros esta semana... Lo decidí y compré el libro. Desde entonces lo he regalado y tampoco recuerdo el título... pero recuerdo este pasaje como si lo hubiera leído ayer:


Cuando un cazador sale a cazar y no se encuentra con ningún animal en todo el día, no piensa que no hay animales.


Se pregunta por qué no ha encontrado ninguno hoy.


Cuando leí esto, comprendí de repente que mi problema estaba dentro de mí.

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