La confianza en uno mismo es como un cohete propulsor. No hay que compararse con los demás ...
- sylviahatzl
- 13 ene 2023
- 6 Min. de lectura
... ni desarrollar un complejo de inferioridad. Incluso las personas consideradas muy fuertes pueden perder la confianza en sí mismas en determinadas circunstancias. – Amma

Otra cuestión que preocupa a muchos autistas: la interacción social con sus normas no escritas y codificadas, sus significados y sus ambigüedades. Hablar de política y del tiempo nunca tiene que ver con la política y el tiempo en sí, ni el gusto sexual con la lujuria o la reproducción (esto último, creo que en realidad lo piensa muy poca gente, por increíble que parezca), y cuando alguien sonríe de forma amistosa, puede significar mil cosas diferentes, y la amistad, el afecto y la buena voluntad no están incluidos en absoluto. Por no hablar de esto del contacto visual.
A muchos de nosotros no se nos ocurre inicialmente dudar por ningún motivo y/o de ninguna manera de lo que se ha dicho. Siempre me he quedado con la boca abierta cuando otros (los adultos) han hablado de este tipo de conversaciones sociales, ya sea a gran o pequeña escala, y han "puesto las cosas en su sitio", es decir, han descifrado – lo que esta o aquella persona realmente quiso decir, o debe haber querido decir (ahora que reflexiono sobre momentos de este tipo, me doy cuenta de que esto también es bastante inusual, por no decir francamente extraño… pero, de todos modos, ¡creo que empiezo a ser capaz de identificar a los demás autistas de mi familia!…). Cuando era todavía niña y adolescente, esto me parecía profundamente repulsivo y asqueroso y juré que nunca sería así.
Eso es muy noble y lleno de integridad, pero la interacción social no sólo está determinada por lo que decimos, sino por cómo nos presentamos y nos comportamos… nosotros también somos percibidos e interpretados por filtros por parte de los demás – y "descifrados", al menos eso es lo que se intenta. Y esto es algo en lo que no sólo no tenemos ninguna influencia, sino que me atrevería a decir que a menudo ni siquiera somos remotamente conscientes. Creemos que somos directos y claros con las palabras, y para nosotros eso quita el tema de la mesa, por ejemplo. El asunto está zanjado. Todo bien.
Pero no para, digamos, el marido celoso. O el colega envidioso. O la becaria insegura. O la novia que también tiene que lidiar con asuntos pesados…
Cualquiera que trate temas de espiritualidad, desarrollo personal y/o sanación sabe que uno de los primeros mensajes, y también el más importante, es: ¡no te preocupes por lo que piensen/digan los demás!
Hasta cierto punto, por supuesto, esto es correcto e importante.
Pero también puede ser muy tóxico si por descuido "descansas" en él, por así decirlo, y (ya) no te importa que puedas herir a los demás, y no sólo a las personas que son importantes para ti, que están cerca de ti.
Muchas personas autistas, sin embargo, tienden a cuestionar demasiado las situaciones sociales y quizás, como yo, se culpan inmediatamente de cualquier dificultad o del todo desastre, y posiblemente sólo a sí mismas.
Por supuesto, esto también es muy tóxico porque es autodestructivo. Y con demasiada frecuencia, simplemente no podemos evitarlo. Si otra persona decide ver una amenaza en nuestra amistad con la novia o el novio porque solemos expresar y mostrar nuestro afecto de forma “muy autista”…
Si otra persona lee ambigüedad en nuestras palabras, que para nosotros son claras y concluyentes…
Si otra persona nos juzga y condena porque no la miramos a los ojos como es costumbre y/o se espera…
Y cuando esa otra persona actúa entonces basándose en sus propias suposiciones y presunciones personales…
… entonces simplemente no hay nada más que hacer. Ya sea como autista completamente incomprendido y malinterpretado o como neurotípico quizás no menos completamente incomprendido y malinterpretado. Este último simplemente entiende mejor ciertas reglas no escritas y nunca pronunciadas.
Los famosos "Cuatro Acuerdos" de Miguel Ruiz probablemente resulten familiares a muchos lectores. Y es precisamente el tercero acuerdo, el de no hacer suposiciones, lo que me parece una de las mejores estrategias de todas, lo que de hecho puede tener un efecto que cambie la vida. Y como autistas, si estamos en un entorno que conoce nuestro autismo, ¿no podemos esperar que se nos tenga en cuenta de este modo?
No, tuve que aprender. Sólo las personas que nos quieren y disfrutan de nuestra compañía lo harán, y a esas personas se lo nace naturalmente. Simplemente así.
Otros ni siquiera se lo plantearán. Más bien, si pertenecemos a ese grupo de autistas que pueden expresarse bien y también moverse razonablemente bien en sociedad, nos mirarán continuamente con incomprensión o incluso con recelo y se preguntarán qué tenemos en mente, por qué hacemos o dejamos de hacer esto o aquello, decimos o dejamos de decir…
¿Y sabes por qué, estimada lectora, estimado lector?
Porque la gente no puede evitarlo, igual que nosotros. Para muchos, si no para la mayoría, es inimaginable que otra persona pueda ser tan diferente.
Un ejemplo podría ayudar.
Imagínese que en su pueblo en el Estado de México, quizá desde que usted era niño, un médico, digamos egipcio, lleva muchos años viviendo. Desde hace décadas, todo el pueblo acude a él, está casado con una lugareña, va a la iglesia los domingos como todo el mundo, ¡incluso conoce el tono y el acento! Y luego se come sus tacos con cuchillo y tenedor.
Sin poder controlarla, nuestra primera reacción emocional espontánea es, como mínimo, de asombro: "¿¡Eh!? ¿Qué está haciendo?" Tal vez con un pensamiento como: “¿Perdón? ¿Lleva 30 años viviendo en México y no sabe comer bien unos tacos?”
Y me pregunto si los neurotípicos no sienten a veces lo mismo con los autistas cuando (podemos) movernos con bastante normalidad en una sociedad en general y "a primera vista" – y entonces aparece tal vez esto del contacto visual. No miramos a alguien. Y la persona se siente ofendida. O miramos a alguien demasiado directamente – y el esposo se siente atacado.
Es un poco como la cuadratura del círculo. Tantas personas autistas enmascaran estas mismas cosas, por esta misma razón – y, sin embargo, con demasiada frecuencia destacan como "extraños".
La única "solución" somos nosotros mismos, está en nosotros mismos. Porque cuanto más no solo "me encuentro a mí misma" en los últimos años, sino que también llego a un acuerdo con lo que encuentro, llego a un equilibrio, y puedo aceptarlo con amor y bondad amorosa y compasión, por lo que cuanto más aprendo a aceptarme y amarme a mí misma, menos me tocan estas cosas. El amor propio es como la película protectora que tiene un pato para que el agua ruede fuera de él. La imagen del pato me gusta especialmente: este animal vive en el agua, necesita el agua para encontrar comida y construye su nido junto al agua. Sin embargo, está dotado de esta película protectora para que el agua no pueda mojar sus plumas, lo que provocaría su congelación o ahogamiento. Y lo que es más importante, ser capaz de aceptarme y quererme me da fuerzas y me motiva e inspira.
Porque la falsedad, la mentira, el desumblar y el engaño son omnipresentes en el mundo humano, miremos donde miremos, ya sea en las redes sociales de la actualidad o en los cortes reales del pasado… La gente vive con un miedo enorme, pero sobre todo inconsciente e indefinible, y a partir de ese miedo es capaz de todo tipo de cosas. Quizá sólo necesitemos aprender y practicar constantemente a ser conscientes de nuestras expectativas y equilibrarlas para poder enfrentarnos al mundo humano sin congelarnos ni ahogarnos en él.
Porque hay algo que debemos comprender y que tampoco podemos evitar aceptar: la gente prefiere vivir en su propio mundo, su propia construcción, su propio sueño. A menudo se solapa con el "sueño general", o en determinados aspectos; y en algunos otros aspectos puede ser tan diferente ya de la persona del mismo hogar y/o con la misma historia familiar que realmente puede dejarte sin palabras. Muchos de los que tienen hermanos ya se habrán dado cuenta de este hecho.
Así que a veces somos simplemente "el malo o la mala" en la historia de otro, y aunque nos pasemos el resto de la vida preguntándonos qué es exactamente lo que hemos hecho mal, y seguimos descubriendo: nada. ¡De hecho, nada! No podemos cambiarlo. Y no tenemos que hacerlo. Nuestras vidas no se tratan de la(s) historia(s) que otros escriben, en la(s) que nosotros podamos figurar.
Nuestra vida se trata de la historia que escribimos nosotros.
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