Porque las palabras del año pasado pertenecen al lenguaje del año pasado y las del año que viene ...
- sylviahatzl

- 25 dic 2021
- 4 Min. de lectura
... esperan otra voz. – T.S. Eliot

Ya de muy joven, se había instalado en mí una rabia que se liberaba al menos una vez al día prácticamente en arrebatos irascibles, bien hacia las personas, bien arrojando cosas al suelo o incluso golpeando algo con el puño. Cuando no sentía esta ira, estaba deprimido y simplemente "de mal humor". Cuanto más crecía, más se convertía en mi estado normal, que intentaba adormecer con actividades, ya fuera viendo películas o leyendo libros (por aquel entonces todavía leía mucho), o incluso mediante intensas ensoñaciones. Por supuesto, esto proviene en parte del trauma infantil del alcoholismo. Hay innumerables libros sobre esta codependencia en la familia, y ahora también hay grupos y otras ayudas para las familias y los hijos (adultos) de los alcohólicos.
Y también vino de no reconocer nunca el autismo. Cuántas veces ocurrió algo dentro de mí que no entendía, que me hizo tener miedo de mí misma, y por pura desesperación y pánico me puse agresivo y grité por ahí... especialmente con otras personas, personas que estaban cerca de mí y/o se habían acercado (demasiado) cercanas. Hoy sé que, con toda probabilidad, fueron momentos de "crisis autista". Y cuando no estaba enfadada, aunque fuera de forma sutil y difusa o como enfado manifiesto, estaba deprimida. Tuve una depresión severa.
Sólo cuando estuve viviendo en el ashram de Amma en la India durante unos años, empecé a darme cuenta poco a poco de que estoy "estructurado de forma diferente" a la mayoría de la gente, es decir, que mi sistema nervioso está estructurado y funciona de forma diferente. Poco a poco empecé a entender que a veces necesitaba algo que los demás no necesariamente necesitaban. Que reacciono de forma completamente diferente a algunas cosas, y que esto no tiene nada que ver con los gustos y disgustos, sino con la forma en que mi cuerpo y mi sistema nervioso están "diseñados". Que es un aspecto de mi ser físico.
Y poco a poco empecé a satisfacer estas necesidades por mí misma: mucho tiempo de inactividad, es decir, momentos para mí y conmigo a solas; evitar las multitudes siempre que sea posible (lo que en realidad no es posible en el ashram de Amma y en la India en general, pero de alguna manera siempre encontré una forma...); y mucho silencio – de nuevo, esto sólo se puede conseguir en la India con ayudas como tapones para los oídos, ¡ya que nunca he experimentado ningún otro país o gente configurada de forma tan diferente en términos de ruido...! Empecé a centrarme cada vez más en mí misma.
Y al cabo de unos años noté que esa ira en mí había disminuido, y también tenía muchas menos rabietas. Me di cuenta de que ya no me refugiaba en las ensoñaciones. Me di cuenta de que podía soportarme más y más, y que podía ser diferente con la gente. Con los adultos, me gustaría decir, con los niños siempre había sido capaz de ser auténtica. Que pudiera aceptarme más y mejor. Al principio sólo a veces, muy raramente, luego cada vez más a menudo experimenté momentos en los que sentía algo... que me hacía sonreír. Momentos de felicidad.
Hace unos dos años, mis pensamientos venían cada vez más a menudo como: Si esto fue y es posible conmigo... entonces otros también pueden experimentarlo. Este cambio (interior) también es posible para los demás. Quiero volver a salir al mundo y compartir este regalo que me ha llegado.
¿Pero cómo? ¿Qué podía hacer?
¿Y estoy realmente preparada para volver a vivir "en el mundo"?
Decidí probarlo durante un mes en un lugar que ya conocía de algunas visitas. Donde ya conocía a la gente que a su vez también conocía a Amma y había visitado el ashram. Amy en México.
Nada más llegar, se desató la pandemia. Y en estos dos últimos años, el hecho mismo del autismo ha salido a la luz, fue, y sigue siendo, como si se abriera el telón del escenario, junto con la constatación de que el camino hacia el arte que no tomé hace 30 años se abre ahora ante mí.
Así que, como ahora tengo el nombre para ello, puedo clasificar (mejor) muchas de las cosas que me pasan por dentro y, por tanto, afrontarlas mejor. Al darme cuenta de ello, se me han aclarado muchas conexiones y enredos, y esa rabia tan arraigada ha ido desapareciendo cada vez más. Y también la depresión. Hace poco tuve otro "crisis autista". Estaba inundada por dentro/emocionalmente hasta el borde y más. Pero no le grité a la otra persona. Tampoco me limité a gritar o a lanzarle palabras hirientes. No me enfadé en absoluto. En ese momento no sabía en absoluto lo que me pasaba ahora, lo que me estaba ocurriendo... pero mi comportamiento espontáneo era diferente. No sentí ira. Fui capaz de permitir esta pérdida total de control dentro de mí. Y antes, también me he vuelto (muy) agresiva y rencorosa con los terapeutas... Y con tantos otros, y eso... tiene consecuencias, claro. Es el autosabotaje perfecto, el camino hacia la soledad. Y, por supuesto, todavía hay circunstancias y situaciones que me hacen sentir frustrada y enfadada, pero la ira ya no es mi estado de ánimo básico, ya no es la nota clave de mi vida.
En Nochebuena, me invitaron de forma bastante espontánea y conocí a gente completamente nueva. Y fue bien. Fue muy bien. Momentos de inseguridad, momentos de no poder seguir (unas diez personas en la mesa, las conversaciones y las risas volando de un lado a otro - mi cerebro no puede seguir el ritmo, ni siquiera en mi lengua materna)... ya no me asustaba y no me provocaba el pánico de perder el control.
Y no es sólo porque los mexicanos sean simplemente gente hospitalaria y cálida y cordial, ¡aunque no niego que esto me ayuda inmensamente!
Y, por supuesto, cosas como la dinámica personal y la personalidad de una persona también influyen, si la otra persona es de naturaleza suave o más bien dura....
Cuando dejé Alemania y me fui a Japón, estaba, por supuesto, al principio de mi "odisea", y fue una odisea.



Comentarios