top of page

Todo sucede por mí, no a mí. – Byron Katie

  • Foto del escritor: sylviahatzl
    sylviahatzl
  • 7 dic 2021
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 14 dic 2021


ree

Durante estas vacaciones de verano, que en Baviera se prolongan hasta el otoño, me saqué el carné de conducir, ya que me faltaban unos meses para cumplir los 18 años. Me apunté a los coches y a las motos, y sobre todo me encantaba ir en moto. Pero en otoño ocurrió algo que echó por tierra estos planes.


Desde hacía medio año iba al club deportivo dos o tres veces por semana, a una clase de jiu-jiutsu para principiantes. El jiu-jiutsu es algo parecido al judo. Lo disfruté mucho, sobre todo porque nuestro entrenador también hizo hincapié en ciertos fundamentos mentales, especialmente con nosotras las chicas. A menudo hablaba de la importancia de la confianza en sí mismo y de la postura (corporal), y nos enseñaba algunos trucos en primer lugar, que eran realmente para la defensa personal. Y no sólo nos mostró estos trucos, sino también la mentalidad correspondiente. Nunca olvidaré cómo este tipo pequeño y enjuto nos explicaba a las jóvenes cómo podíamos salvarnos de situaciones potencialmente amenazantes (con un hombre): mediante la superioridad mental.


“¡Tienes que hacer sentir a ese tipo a salvo!”, dijo. “¡Si se acerca a ti en el bar, no se le ocurriría que tú, pequeña, pudieras ser peligrosa para él!” Y le guiñó un ojo a una chica que era realmente muy pequeña. Todos se rieron.


“Así que: juega primero su juego. Finge que te rindes. Y entonces…”


Y nos mostró y explicó algunos movimientos, cómo incluso la mujer más pequeña puede poner de rodillas al hombre más fuerte, y luego nos dejó practicarlo con los muchachos. Ni un solo muchacho se comportó nunca de forma grosera o incluso avasalladora con nosotras, las pocas chicas, al contrario.


El entrenador lo decía en serio.


“¡Pero sólo hazlo cuando el tipo esté solo!”, explicó sobre uno u otro movimiento. “Y entonces – corre. ¡Huye tan rápido como puedas! No tienes que demostrar nada a nadie. Tienes que ponerte a salvo. Y si hay más de un tipo… ¡hay que jugar aún más hábilmente, y luego correr aún más rápido!”


¡¡Así que nos hizo correr!! A nosotras, en particular, nos hizo correr bastante por el pasillo. Me gustó bastante la idea de engañar a un enemigo potencial para engañarlo. Lo reconocí como una forma de ser y de mantener el control y la ventaja. Y que era una actriz con bastante talento, ya lo había aprendido en el grupo de teatro del colegio…


Pero una tarde contraje algo durante un ejercicio de calentamiento. Era un ejercicio de estiramiento en el estómago y, de repente, un dolor salvaje y punzante se disparó en la parte superior del abdomen izquierdo que me hizo gritar, girar y acurrucarme. Todo el mundo vino corriendo a preguntar qué había pasado… pero no podía explicarlo, así que el entrenador dijo que tenía que ir al hospital inmediatamente. Uno de los chicos, con el que había entrenado a menudo, se ofreció a llevarme hasta allí. Eran las siete, o las siete y media. Y pisó el acelerador.


Magullada por el dolor, fui con él a urgencias y me bombardearon con innumerables preguntas mientras un par de enfermeras me arrancaban la ropa para darme una camiseta de la clínica. El compañero de formación se fue de nuevo y me quedé solo.


A solas con mujeres con batas blancas que tampoco sabían lo que me estaba pasando… me empujaron a una cama… gritaron de un lado a otro y corrieron de un lado a otro excitados… me dieron analgésicos después de pedirlos varias veces durante lo que me pareció una eternidad…


“¿Cómo te llamas?”


“¿Cuántos años tienes?”


“¿Qué has hecho?”


“¿Dónde te duele exactamente?”


“¿Qué has estado comiendo?”


“¿Estás embarazada?”


Y entonces me empujaron a un departamento, a una sala con un tubo enorme. Nadie me explicó nada, sólo que ahora me iban a meter en este tubo…


Mi cerebro se desconectó. Todo era absolutamente demasiado para mí y algo pasó dentro de mí… como si algo se desenganchara. Como si todo lo que me rodea ocurriera a través de una niebla. Tenía un terrible dolor de estómago… Estaba sola, en salas que nunca había visto… con completos desconocidos con caras duras… y tuve que entrar en este monstruo blanco…

Y fin.


Ni gritos, ni chillidos, ni patadas, ni tirarme al suelo… Nunca, nunca, nunca se me habría pasado por la cabeza algo así.


Simplemente me apago por dentro.

Comentarios


Publicar: Blog2_Post

Abo-Formular

Vielen Dank!

©2021 por autobiografía de una autista. Creada con Wix.com

bottom of page